martes, 11 de mayo de 2010

La muerte, un amanecer



"La matriz es una tumba y la tumba una matriz".


Con esta frase de la célebre ocultista Dione Fortune podíamos resumirr todo este artículo, pués verdaderamente cuando nuestros ojos se cierran, empieza una nueva vida.
Pero empecemos poco a poco. La muerte no es la ausencia de la vida, sino el paso a una nueva vida, un auténtico nacimiento. La muerte no es más que un sueño, en el que nos vemos sumidos mientras se rompe el cordón de plata, y del que despertamos en la otra orilla, el lugar en el que nos vemos liberados de todas nuestras cargas. Pero tenemos miedo de la muerte porque la desconocemos, porque cuando venimos a encarnarnos a esta vida material todos nuestros recuerdos se borran y no somos conscientes de la felicidad perdida: ¿ será por eso que todos venimos llorando? ¿acaso algo en nuestro interior es consciente de nuestra gran pérdida? Pero venimos por decisión propia, y con un plan que cumplir; venimos libremente en un acto magnífico de generosidad y renuncia.
Un poco de historia
La muerte siempre ha sido un problema, más para los que se quedan en este mundo que para los que se van. Se sabe que hace más de 35.000 años los hombres del Neandertal ya practicaban ritos funerarios. Pero fueron los sumerios de la baja Mesopotamia, hace unos 4.000 años, los que ya enterraron ceremoniosamente a sus difuntos, después de manipularlos y prepararlos para ello. Parece ser que el temor de aquellos hombres primitivos era que los espíritus pudieran regresar, por lo que tomaban bastantes precauciones. En el Norte de Europa se amortajaba el cuerpo después de decapitarlo y amputarle los pies, y en la antigua Roma se les enterraba fuera de la ciudad y al atardecer, para que no supieran regresar después a sus casas.
En todas las sociedades se prepara el cadáver antes de colocarlo definitivamente en el féretro. Los primeros entierros de los que se tienen evidencias son de grupos de Homo Sapiens. Los restos arqueológicos indican que ya el hombre de Neandertal pintaba a sus muertos con ocre rojo. Las prácticas de lavar el cuerpo, vestirlo con ropas especiales y adornarlo con objetos religiosos o amuletos son muy comunes. A veces al fallecido se le atan los pies, tal vez con la intención de impedir que el espíritu salga del cuerpo.El tratamiento más meticuloso es el embalsamamiento, que nació, casi con seguridad, en el antiguo Egipto. Los egipcios creían que el cuerpo tenía que estar intacto para que el alma pudiera pasar a la siguiente vida, y para conservarlo desarrollaron el proceso de la momificación.
Las diferentes formas de despedir al cadáver están en función de las creencias religiosas, el clima, la geografía y el rango social. El enterramiento se asocia al culto de los antepasados o a las creencias en la otra vida. La cremación se practica en algunas culturas con la intención de liberar el espíritu del muerto. La exposición al aire libre es común en las regiones árticas y entre los parsis (seguidores de una antigua religión persa, el zoroastrismo), donde también tiene un significado religioso. Prácticas menos comunes son arrojar el cadáver al agua después de un traslado en barco y el canibalismo.
Según la creencia egipcia, además del cuerpo, el hombre se componia de 2 elementos espirituales, el ba, concepto similar al alma, y el Ka, una especie de doble del cuerpo. La muerte representaba la separación del elemento corporal y los espirituales. Pero el ka no podía "sobrevivir" sin la presencia del cuerpo, de ahí que durante años se desarrollasen técnicas precisas de conservación, conocidas como embalsamamiento Se conoce como "Libro de los Muertos" una colección de sortilégios que se incluían en las tumbas del Reino Nuevo, y pretendían ayudar al difunto en su difícil camino al Más Allá y en el juicio de Osiris. Su título original podría traducirse como "La sallida al día". La muerte no era más que un renacimiento; igual que el sol sale cada día, así el difunto accedía a un nuevo renacer. Su origen se encuentra en "Los Textos de las pirámides" del Reino Antiguo. Estos derivaron en "Los textos de los sarcófagos" durante el Reino Medio. El papiro con las fórmulas adecuadas para ayudar al alma del difunto se depositaba junto a la momia, en la tumba.
Algunos antropólogos han observado que, a pesar de la gran variación de prácticas funerarias, siempre existen cuatro elementos simbólicos principales. El primer simbolismo es el color. A pesar de que la asociación del color negro con la muerte no es universal, el uso de ropa negra para representar la muerte está ampliamente difundido. Un segundo elemento es el pelo de los familiares, que puede estar rapado o, por el contrario, largo y desordenado en señal de tristeza. Un tercer elemento son las actividades ruidosas con golpes de tambor o cualquier otro instrumento. Finalmente, y como cuarto elemento, está la utilización de algunas prácticas mundanas en la procesión con el cadáver.
La narración más antigua que se conoce del paso por las puertas de la metamorfosis es el mito sumerio del descenso de la diosa Inanna al mundo inferior: Narra cómo se adornó con sus joyas reales y descendió al inframundo , atando a su cinturón "los siete divinos secretos", que fué perdiendo a medida que pasaba por los siete portales, compareciendo desnuda ante los siete jueces del inframundo, donde reina su hermana Ereshkigal.
Inanna y Ereshkigal, las dos hermanas, luz y oscuridad, representan juntas, de acuerdo a la antigua forma de simbolismo, una sola diosa con dos aspectos y su confrontación compendia el sentido íntegro del difícil camino de las pruebas. El héroe, ya sea dios o diosa, hombre o mujer, la figura en el mito o la persona que sueña, descubre y asimila su opuesto (su propio ser insospechado) ya sea tragándoselo o siendo tragado por él. Una por una van rompiéndose las resistencias. El héroe debe hacer a un lado el orgullo, la virtud, la belleza y la vida e inclinarse o someterse a lo absolutamente intolerable. Entonces descubre que él y su opuesto no son diferentes especies sino una solo carne.
Dicen que los auténticos iniciados no temen a la muerte. Tanto en los misterios griegos como en los egipcios, se enseñaba al aspirante la otra orilla; se enviaba su alma a través de las puertas de la muerte para luego convocarla de nuevo y que regresase. Entonces era un iniciado, un iniciado a la vida eterna. Pués esa era su carga y su privilegio: conocer la otra orilla y permanecer en esta hasta cumplir su tiempo. Pero todos hemos visto, aunque no recordemos .
Pidamos una sola cosa al Angel de la Muerte, que nos dé fuerzas para superarr el dolor de separanos de aquellos a los que amamos y partir sin miedo y sin mirar atrás, con el júbilo del que regresa a casa. Yo, como vosotros, no recuerdo, pero en mi corazón anida esa certeza, junto con la de que todos somos uno en el espíritu, os aseguro que son las dos únicas cosas que sé con certeza, todo lo demás son hipótesis.
Cuando vemos próxima la hora de un ser querido, es mucho lo qe podemos hacer. Lo primero de todo no entorpecer su partida con quejas y lamentos que dificultarían su viaje ; a fin de cuentas ha de volver algún día, y cuando menos lo esperemos algo en los ojos de un niño le dirá a nuestro corazón que a esa alma la conocemos de antiguo, os aseguro que eso pasa, me ha pasado a mí y es una experiencia absolutamente conmovedora , y ves a ese bebé que te mira con ojoss sabios y una chispa de picardía y te preguntas :¿quién eres?
Cuando la medicina agota sus recursos y vemos cómo el hilo de la vida se acaba, nos sentimos impotentes y temerosos, no sabemos qué podemos hacer. Muchos hallan su consuelo en la fe y la religión, pero otros no; ¿tenemos algo que ofrecerles? yo creo que mucho.Podemos ofrecerles conocimiento y certeza. En Europa no es común que qlguien recuerde vidas pasadas, no así en Oriente, donde es bastante habitual ; sí podría deciros que si a cualquier niño pequeño si se le interroga de forma correcta y es lo suficientemente pequeño, sí recordara al menos su vida anterior, y no es peligroso si se hace correctamente.
Volviendo al momento de la muerte, os diré que, si tenemos los conocimientos necesarios, podemos incluso acompañar al alma del muerto en el primer tramo de su viaje, como cuando en casa acompañamos a las visitas a la puerta. Los lamas del Tibet lo hacen constantemente, aunque es una práctica que deben realizar únicamente aquellos muy experimentados, y nunca solos.
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Sé que este es un tema tabú en nuestra sociedad actual, pero en el pasado no era así, y debemos esforzarnos por darle a la muerte la normalidad que debe tener. La gente fallece en los hospitales casi siempre; es allí donde personas desconocidas amortajan al difunto, sus familiares ni siquiera tocan su cuerpo. Desde allí se le traslada al tanatorio y luego al cementerio , todo ello en una fría atmósfera llena de asepsia, donde el calor humano está ausente; definitivamente, en estas condiciones, el hecho de la muerte pierde toda su dignidad. El alma puede hallarse perdida, el doble etérico flotando aún cerca del cadaver se ve solo, o rodeado de desconocidos y no sabe la mayoría de las veces qué hacer. Las personas que manipulan el cadaver en esos momentos no suelen tener ningún tipo de preparación ni saben guiar al alma en el inicio de su camino como se hacíaa en otros tiempos, no sólo en nuestra cultura sino en otras civilizaciones.
Estamos olvidadndo todas las tradiciones que rodean la mueerte, la ocultamos como si fuese algo sucio o vergonzoso y lo dejamos en manos de especialistas nada especializados. Ellos se ocupan de la parte física del hecho de morir, pero nada más. Y muchas religiones sólo saben celebrar unos ritos vacíos que de poco sirven a los vivos y de nada a los muertos.

Trataremos de analizar algunas tradiciones que nos serán útiles para entender la muerte. Diferenciaremos primero entre dos tipos de muerte : la muerte natural que ocurre de forma gradual y la muerte violenta .
En la muerte natural, salvo que el almaa se aferre desesperadamente a la vida y luche por anclarse a ella, el cordón de plata se rompe lentamente; pero antes de que eso ocurra , el Angel de la Muerte adormece los sentidos del moribundo para que no se atemorice mientras ocurre el proceso. Roto el cordón de plata, la consciencia queda alojada en el alma , y en un espíritu lo suficiente evolucionado todo el proceso ocurrirá sin pérdida de consciencia. Pero en la mayoría de los casos, el alma puede hallarse aturdida mientras cruza el puente hacia la otra orilla, donde recibirá la ayuda necesaria.
Desde este lado , algunas costumbres pueden ser útiles si analizamos sus razones:
Poner velas y flores Hay un breve período entre la muerte física y la disolución del doble etérico ; éste, al verse privado de la energía física del cuerpo puede recurrirr a otros medios de suministro inadecuado. Es como un náufrago que al ahogarse se aferra a cualquier cosa qqque flota, y es en este punto donde la energía de las velas o de las flores puede proporcionarle un alivio puntual, evitando patologías dañinas para todos que constituyen la base del verdadero vampirismo pués ¿ hay lago más vital que la energía? La proximidad de las velas y las flores naturales proporcionarán al doble etérico suficiente prana, facilitando su disolución paulatina.
Oraciones y compañía No es bueno estar todo el tiempo frente al difunto, pero tampoco dejarlo solo. En hallar el punto medio está la sabiduría. Sí es conveniente sentarse a su lado por breves períodos de oración pidiendo ayuda para ellos y para nosotros.
Quemar incienso Os lo desaconsejo totalmente, pués el incienso, en opinión de los expertos, se presta con demasiada facilidad a producir materializaciones, que no son aconsejables.
Cerrar las persianas Nada dispersa tan rápidamente un doble etérico como la luz solar ; para que este proceso se produzva gradualmente, nada mejor que amoriguar la luz del sol y dejar que la estancia se ilumine apenas con la luz de las velas .
Luto El negro aisla muy bién de las vibraciones etéricas, haciéndonos más sensibles a otras vibraciones más sútiles; es pués muy recomendable vestir de negro o de colores oscuros
Campanas y otros sonidos Aunque a primera vista no lo pueda parecer, nada hay tan pagano como el tañer de una campaña o unas buenas plañideras, cuyo objetivo no es otro que el de alejar a los malos espíritus.
Girarr los espejos Según la tradición , se hace para evitar que el muerto pase frente a ellos y se asuste al no contemplar su reflejo.

Pero, a pesar de todo lo que yo pueda deciros, a muchos les aterra la proximidad de un cadáver ¿porqué? al fin de cuentas, cuando el alma abandona el cuerpo físico se desentiende totalmente de él; puede añorar la vida, sí, pero tiene muy claro que lo que deja en el plano físico no es más que un despojo inútil ¿qué es entonces lo que ocurre? lo que percibimos es la llegada de las fuerzas elementales, que se aproximan para reclamar aquello que creen que les pertenece; son formas de vida muy primitivas que nos atemorizan, aunque no deben hacerlo si invocamos.....a sus guardianes .¿ Cuantos de vosotros habéis convocado a los Guardianes de las Atalayas en vuestros rituales? ¿ cuantos niños cristianos rezaban aquello de " cuatro esquinitas tiene mi cama" ? en ambos casos nos referimos a lo mismo, a los Guardianes de los elementos, aquellos encargados de vigilarlos y mantenerlos allí donde deben estar. Bueno, esto es lo que hemos de hacer en estos casos en vez de atemorizarnos, invocar a los Guardianes, a los Señores de cada elemento o como queráis llamarlos.
Después de la muerte física se produce una segunda muerte, más importante aún; se trata de la muerte del doble etérico, desintegrándose normalmente en un plazo desde doce horas a tres días. Esto en condiciones normales; pero si se produce alguna anomalía o este doble se niega a morir, se pueden producir patologías de tipo vampírico que impidan al alma avanzar en su camino y llegar al otro plano, donde revisará su vida y extraerá las lecciones de su experiencia. Si esa muerte no se produce, el alma queda perdida, a la deriva entre dos mundos, alimentándose de prana allí donde puede, vampirizando a sus semejantes y sujeta por el cuerpo del deseo, atada a la vida sin vivir, renacida pero muerta hasta que comprenda que no puede permanecer en el puerto indefinidamente y ha de tomar su barco. Y, hasta que no lo comprenda así y lo ejecute, no será más que un fantasma para susto de los vivos y una sombra para compasión de los que le llaman desde el otro lado; las más de las veces es a estas almas a las que se contacta desde las mesas de los espiritistas o desde las populares tablas oui-ja; a ellas, almas enfermas, cuando no a algo peor. Desde aquí mi recomendación a aquellos que convierten estas prácticas en un peligroso juego.
Algunas notas sobre las visiones de Edgar Cayce
En esencia, ¿qué es la reencarnación? Es la creencia de que cada uno de nosotros pasa por vidas sucesivas, con el propósito de crecer en espíritu y de recobrar la plena conciencia de su naturaleza divina. El punto de vista de Cayce excluye la metempsicosis o transmigración de las almas, según la cual los humanos pueden reencarnarse en forma animal.
Sin embargo, lo esencial no es quiénes hemos sido o qué hemos hecho antes, sino cómo reaccionamos frente a las oportunidades y a las pruebas que surgen ahora mismo, dondequiera que nos hallemos. En efecto, nuestras elecciones y conducta del momento, provenientes de nuestro libre albedrío, son las que realmente importan.
Las lecturas destacan que el pasado no proporciona sino una coyuntura posible o probable. Muestran que, lejos de ser meros espectadores, a veces reticentes, desempeñamos un papel dinámico en el desenvolvimiento de nuestra propia existencia.
Las lecturas de Cayce mencionan que cuando fallecemos, no nos reencarnamos de inmediato. Puesto que lo que llamamos subconsciente en el plano físico viene a ser nuestro consciente en el más allá, el alma recapitula todo lo que ha atravesado y escoge, entre las lecciones que debe aprender, las que se siente capaz de asumir ahora a fin de seguir su evolución. Entonces aguarda el momento propicio para renacer en la tierra.
Ordinariamente, elige un entorno que ha conocido antes. En cada nueva vida, opta por un cuerpo masculino o femenino, según el objetivo de su encarnación. Además, selecciona el ámbito y las condiciones (padres, familia, lugar, época, etc.) que le permitirán perfeccionarse y cumplir con lo que espera realizar. El proceso de reencarnación continúa hasta que logremos personificar el amor universal en el mundo y expresar nuestra esencia divina en todos los aspectos de la vida terrenal.
Con frecuencia, los episodios vividos en grupo reaparecen, en encarnaciones posteriores, como vínculos familiares, profesionales, culturales o étnicos. Las lecturas subrayan que nunca nos encontramos con alguien accidentalmente, porque las coincidencias no existen. Del mismo modo, no experimentamos de entrada una profunda simpatía o antipatía sino hacia personas que hemos conocido antes.
Debemos atenernos a las consecuencias de nuestras decisiones y actitudes previas, ya que cosechamos inevitablemente lo que hemos sembrado. La Biblia dice: "Todo lo que sembrare un hombre, eso mismo cosechará." Los adeptos de la reencarnación suelen afirmar: "Atraemos lo que es semejante a nosotros." Esto implica que, algún día, tendremos experiencias análogas a las que nuestras elecciones han producido en la vida de otros.

El Libro Tibetano de los Muertos

Uno de los preceptos centrales de la religión tibetana se basa en el concepto de reencarnación, lo cual incorpora a la muerte no como el fin de todas las cosas, sino como una etapa esencial de la evolución humana. Las traducciones más divulgadas del Bardo Thodol ponen en primer plano rituales para ser practicados con los difuntos, en especial una serie de textos para guiar al fallecido hacia la consumación del nirvana.
En tibetano, bardo significa entre dos, estado intermedio o zona de transición. En el contexto más estricto, se asume como el interludio entre el acto de morir y la asunción de la vida siguiente.
Lo singular del Bardo Thodol en su versión integral (con los votos y plegarias) es que deja de ser un manual funerario y se vuelve una guía para el acto de vivir. En todo momento de su crecimiento y evolución como ser humano, cada individuo muere en relación a su pasado, deja atrás facetas de su ego antiguo, y si no lo hace le resultará imposible encontrar su lugar en la nueva vida espiritual que le cabe como iniciado.
Los diferentes bardos representan distintos estados de conciencia en nuestra vida. El estar despierto con la conciencia normal de haber nacido en el mundo humano, el estado de inmersión en el sueño, el trance durante la meditación profunda, la experiencia de morir, la experiencia de la realidad, la experiencia de renacer. La obra se dirige no sólo a quienes ven que se aproxima el final de su vida, o que están cerca de la muerte, sino a quienes todavía tienen muchos años de vida encarnada, y que, por primera vez, advierten el significado de su vida como seres humanos. Nacer como ser humano es un privilegio, según la enseñanza de Buda, porque ello ofrece una rara oportunidad de liberación a través del propio esfuerzo.
La "liberación", dice por fin el Bardo Thodol, es un acto mental basado en reconocer claramente, que no hay otras ataduras que las que tejemos nosotros mismos a nuestro alrededor. Que los cielos, los infiernos, los dioses y los demonios -y también esta misma vida- no son sino fabricaciones de nuestra imaginación.
Cantos místicos de Lalla (fragmento)
Oh alma mía. Por ti lloro.
Porque la tracción del mundo, ese fruto de la ilusión,
te ha tocado en suerte.
Pues, ni siquiera la sombra de aquello a lo que te apegas
al final estará cerca de ti.
La verdadera naturaleza del Ser
¡ay! ¿porqué la has olvidado?
¿Porqué, oh alma mía, te dejas embriagar por un vino que no es de tu cosecha?
Carente de discernimiento, hete aquí fascinada por una ley extraña a ti.
Sometida al círculo de ir y venir,
de nacer y morir.

Conclusión
Hemos de tener claro que el cuerpo físico no es más que una máquina, una máquina biológica y casi perfecta, pero como toda máquina, sujeta al desgaste y al fin de su vida; después, sólo queda reciclarla.
Igualmente, hemos de tener claro que somos chispas divinas, espíritus inmortales que buscan la luz y la perfección. Y con esos dos conceptos claros, el morir es apenas un cambio de ropajes para nuestro espíritu, y la vida en la tierra un aprendizaje del que hemos de salir por la puerta de la muerte con la cabeza alta, orgullosos del deber cumplido y sabiendo que hemos realizado una misión de servicio hacia los demás y por ende hacia nosotros mismos, que nos hemos acercado un pasito más a lo divino de lo que formamos parte, no os quepa duda.

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